jueves, 29 de diciembre de 2011
El amigo invisible
lunes, 26 de diciembre de 2011
jueves, 22 de diciembre de 2011
Vestimentas
Las sábanas se agitaron y una mano destapó el cuerpo que cubrían. La figura bostezo y se estiró, era evidente que había dormido poco, pero un sentimiento de “haycosasquehacer” lo impulsaba aquella noche. Puso los pies desnudos en el suelo, meditó unos instantes y finalmente se levantó. Se lavó la cara con un cubo de agua que el posadero había tenido la amabilidad de rellenar, no tanto por higiene si no para acabar de despertarse, y se dirigió hacía uno de los baúles que reposaban en el suelo de la habitación. Lo abrió y rebuscó en él, acabó sacando una túnica verde con decoración de bordados amarillos, muy recargada. Miró la pieza de ropa e izo una mueca, no era lo que buscaba, pero era lo mejor que tenía. Se la pasó por la cabeza, con cuidado, pese a la apariencia las costuras de la túnica de eran bien delicadas y sorteó el armario para acercarse al espejo que estaba colgado cerca de la ventana.
De una gran bolsa sacó un frasco y con una brocha se untó la cara con la sabia que contenía el frasco, luego cogió unos pedazos de papiro y se los puso por la cara, sobretodo en las mejillas y se volvió a untar sabia. Con los dedos estrujó el papiro, simulando arrugas al rededor de las ojos y la boca y se aplicó unos polvos colorantes por toda la cara, luego se enganchó una barba decolorada por todo el mentón y para finalizar ajustó una peluca muy realista sobre su cabeza afeitada.
Lumen salió de su habitación.
lunes, 19 de diciembre de 2011
Una inesperada resaca
-¿Ya se ha despertado?
-¡Maldito hijo de trol! ¿Qué me has hecho?
-Lo siento señor, creo que soy más tolerante al alcohol que vos -señalé las dos copas que reposaban en la mesilla.
-¿Te has atrevido a envenenarme?
-No, por favor, no, eso sería del todo inapropiado... pero es curioso cómo aceleran la fermentación en la destilería “Cabeza del alba” mediante unas hiervas... no, ya le he dicho que ha tenido un “ligero” problema de embriaguez.
-Me has quitado las arma... ¿Pero que me impide gritan a mis guardias?
-Los muertos no creo que puedan ayudar a nadie... supongo que no se puede uno fiar de la mano de obra que se contrata en una taberna... usted les ofrece dinero, yo les ofrezco más dinero para entrar y saquear su casa... pero no se preocupe, yo lo único que quiero es que me responda a una sencilla pregunta. ¿Qué es lo que quieres obtener del líder de los bandidos?
El burgués dudó ante la insistente pregunta, miró a su regazo intentando concentrarse y olvidarse de la involuntaria resaca que le amartillaba sus ideas.
-¿Y si me niego?
-Bueno -bebí un trago largo, era consciente que la expectación atormentaba a mi interlocutor- es posible que posea algún primogénito al que se le puede ahorrar un dolor necesario.
-¡No! ¡No te atreverías!
-¿Qué? ¡Por supuesto que no! Soy una persona que no se atrevería muchas cosas.
Böbraen abrió la boca con la intención de decir algo... no sabía bien el qué... ¿eso había sido sarcasmo?... maldita resaca.
-Una... una carta... un permiso de libre comercio con el reino de Frahael (Frahael era el reino colindante al nuestro, para comerciar entre reinos había que pagar unas aduanas... unas tasas para entrar material que fuera susceptible de ser intercambiado. Había reinos que hacía pagar cierta cantidad a sus vecinos, otros que, al tener una buena relación diplomática, hacían pagar menos... ya os haréis la idea). El rey se la entregó... bueno, se la iba a entregar a nuestro regente, Aleshander, pero los bandidos se le adelantaron.
-Bien, entonces eso será más fácil que traerte todos los cuerpos. De acuerdo, no quisiera gastar más de su preciado tiempo, tomaré las armas como adelanto y al traerte el permiso ya discutiremos mis honorarios -dejé la copa y me levanté.
-¿¡Qué!? Después de todo lo que has hecho... ¿Pretendes que te pague?
-¿Qué? -me di la vuelta, ya había llegando a la puerta- No entiendo a que se refiere...ni que hubiera hecho algo ilegal.
Llegué al umbral y giré al pomo, tras atravesarlo saludé a los dos guardias que estaban custodiando la puerta.
jueves, 15 de diciembre de 2011
Información
Alfred hizo una leve reverencia señalando la puerta del salón con claro gesto de “no voy a ser yo quien entre a molestar a mi señor” y pasé dentro. Era una sala muy recargada, decorada con toda intención de impresionar a los invitados.
-¡Alfred! Te he dicho que no deseaba ser molestado -La voz del dueño de tan innecesario lujo surgió tras las orejeras de un sillón que apuntaba a la chimenea.
-Lamento no ser oportuno, pero dada la presteza con la que se han desarrollado los acontecimientos...
-¿¡Quién sois vos!? -Böbraen se sorprendió al no encontrar a su criado- Espera... tu estabas en el grupo que fue a dar caza a los bandidos... y eres del pueblo ¿No?
-Su poder de deducción es sublime, mi señor -sí, era sarcasmo, no soporto que me interrumpan- y vengo a aportar información sobre la empresa de mañana.
-¿Y esta información no puede esperar a mañana?
-El problema de mañana es que ya será mañana, mi señor.
Tras un breve pensamiento, el burgués dejó la copa de brandy junto a la botella y con la misma mano señaló el sillón que tenía a su derecha. Al sentarme, me ofreció una copa que acepté agradecido.
-Verá señor, no he podido evitar darme cuenta que por la manera de actuar os estaban esperando en aquella impía emboscada de la que damos gracias a los dioses no debamos lamentar su muerte.
-Sí, estaban esperando a que pasase cualquier infeliz para robarle lo que llevasen encima... que humillación.
-Lamento su pesar, tuvisteis la mala suerte de encontraros en el momento inadecuado en el lugar inapropiado.
-Si, una desafortunada coincidencia.
-Y le trataron como a cualquier infeliz.
-Sí... que humillación, como a cualquier infeliz ¡Soy la persona más rica de éste condenado lugar! Me parece un insulto para mí y para mi familia.
-Es que lo es -dejé la copa en la mesita junto a la de Böbraen para poder gesticular- la persona más rica es atacada en medio del bosque, por unos bandidos... mientras llevaba un cargamento de armas... solo con su hijo...
-¿Qué quiere decir con estas últimas palabras?
-Bueno, no me negará que de actuar así siempre, sería difícil que hubiera llegado a adquirir la fortuna que hoy en día posee.
-Fue un viaje desafortunado...
-Por supuesto ¿Cómo podía haber insinuado que vos obrarías de forma poco juiciosa de forma habitual? Disculpadme... así que algo cambió ese día ¿Es una información necesaria para la expedición de mañana?
-Señor... ¿Cómo has dicho que te llamabas?... -el comerciante cogió la copa que tenía enfrente, supongo que es muy humano taparse la boca con algo cuando se está nervioso o se inventa una mentira- Creía que ibas a importar información nueva, no que vendrías a perder mi tiempo.
-Bueno, si quiere información nueva, debo decirle que sé que quería reunirse con el lider de los asaltacaminos.
-¿Con el líder de los asaltacaminos? -casi se atraganta al preguntarlo- ¿Cómo has llegado a esa... estúpida conclusión?
-Bueno, los demás se quedaron para permitir su huida, así que estaba en el grupo que os asalto y preguntasteis por el cuando volvimos... más concretamente por su cuerpo, una petición que no consideramos literal pero que por lo visto así era su deseo.
-No me gustan las acusaciones, no me gustan las acusaciones en mi casa y no me gustan las acusaciones en mi casa a media noche.
-¿Espero a mañana para decirle que Renard, líder de los bandidos de Nâshvil posee algo que usted desea?
-Pero cómo tamaña insolencia puede...
-Entonces, tiene una marca de nacimiento, sois hermanos.
-Osáis comparar mi puro linaje con...
-Posee una hombría mucho mayor que la vuestra.
-Me he cansado de este ataque contra mi persona -el burgués desenfundó un cuchillo de entre dentro de sus pomposas ropas y me lo puso en el cuello- mi paciencia tiene un límite, mi deber cómo anfitrión acabó hace cuatro frases y tu lengua podría hacer preguntas a personas que no quiero que te respondan, así... así que prepárate para desangrarte sobre mi alfombra... la alfombra, que era de... ¿donde la compré?... ya te.. te enviaré la factura... - y cayo inconsciente sobre la sedosa tela de los mejores fabricantes de alfombra de los desiertos de Ürn.
lunes, 12 de diciembre de 2011
Presentaciones
Tras el reparto, caminé por las oscuras calles de Nâshvil, la luz del sol se dejaba ver por última vez y daba paso a las lamparas, las antorchas o los ataques furtivos. Mis pasos me llevaron ante “La jarra quebrada” una apartada taberna donde uno podía beber una copa sin la presión de demasiados ojos. Me senté apartado de la barra, no era gastador asiduo del local, pero si tenía un sitio preferido. Al ver el final de mi cuarta jarra, se hcía preciso considerar que ya iba siendo suficientemente tarde y que la velada debía ser bien invertida, me levanté, pagué las jarras que había sobre la mesa y me fui.
Alfred estaba en la cocina, comiendo el canto duro de un pan mojado en vino del que se usaba para cocinar. Sí, usted no lo haría, pero Alfred estaba... conforme con la vida que llevaba, de lo único que tenía queja era de que le llamaran Alfred, no era su verdadero nombre, pero su señor le replicaba que ese era nombre de criado de confianza... excéntricos, pensaba el ayudante de cámara, pero aceptaba las condiciones, al fin y al cabo vivía en una buena casa... aunque no fuera suya.
-Toc~ toc~ toc~ -llamó la puerta con voz de persona robusta, de esas que pondrías en un umbral para persuadir a posibles ladrones o usuarios de calzado inadecuado... ¿Era la primera vez que llamaban? Alfred se preguntaba si no habría estado distraído en sus propios pensamientos, no esperaba recibir nuevas obligaciones siendo ya tan tarde.
Al salir al recibidor, los guardias que había contratado su señor lo miraron fugazmente. Custodiaban la puerta del salón, la única a parte de la pequeña puerta para el servicio que daba a la cocina, pero que estaba disimulada de la vista de los invitados por una frondosa planta. Al comprobar que permanecían pendientes de lo que ocurría, Alfred se sintió más reconfortado para abrir la puerta.
Un hombre de cabello oscuro, ojos claros y alegre sonrisa le recibió ante el umbral, el criado dio un rápido vistazo a la figura en busca de armas. Aunque la capa en el hombro le obstaculizaba su fugaz investigación, pareció contento con el resultado.
-Buenas noches -saludé- puedes decirle a tu señor que ha llegado Jester para aportar datos de la expedición de mañana.
-Mi... mi señor Böbraen no desea ser molestado esta noche.
-Una decisión del todo comprensible, yo tampoco deseo que nos interrumpan en mitad de la charla -y alargué la mano con mi sombrero de ala para que lo guardase al entrar a la casa
La mirada, la clave es aguantar la mirada.
jueves, 8 de diciembre de 2011
Yo lo hubiera arreglado con un d20
Tres dados rebotaron en el suelo un par de veces antes de detenerse.
-Tres dados de seis caras, el juego es adivinar el número que sumarán sin pasarse, es decir, cada uno elegirá un número entre el tres y el dieciocho. -el sonido apagado de los dados al caer sobre la tierra se volvió a escuchar cuando separé los dedos de mi mano- Como veis no están trucados, cuando todo el mundo haya elegido un arma por orden de acierto volverá a tocarle al que más se acercase al número que saldrá en los dados, y la rueda volverá a empezar... ¿Alguna pregunta?
-Entonces... -Santiago no parecía demasiado confortado por lo que acababa de oír- si yo digo quince y sale un catorce...
-Serías el último en elegir, no obstante, si hubieras dicho catorce serías el primero en elegir, y como quedamos ocho y son doce armas a repartir, te tocaría elegir arma por segunda vez.
-Joder Santiago, deberías bajar más al pueblo, ¡Esto es a lo que jugamos cuando decidimos comprar un barril de hidromiel al tabernero y nos peleamos para ver quien empieza a servirse primero!
-¿Y de verdad no hay un método aparentemente menos aleatorio para determinar quien se lleva lamejor parte del botín? -sentía que, por alguna razón desconocida, Lumen no estaba suficientemente contento con mi planteamiento... ni con mi honestidad. La clave estaba en ese “aparentemente”.
-¡Por supuesto! Pero si mal no recuerdo, usted mismo dijo que no podíamos medir la actuación de cada uno por que eso sería decir que los que habían muerto, se lo merecían por incompetentes.
El lanzahechizos me volvió a mirar con esos ojos que me volvían loco y le respondí con una avergonzada sonrisa.
-Bien, y ahora si no hay ninguna pregunta más, por favor, id diciendo vuestros números, que recordad que son del tres al dieciocho... y no repitáis ninguno.
-Cuatro
-Catorce
-Diez
-Dieciocho
-Seis
-Ocho
-Diez
-Dieciséis -dije.
Los dados rebotaron una vez más contra la superficie del suelo, esta vez, más personas estaban pendientes del esperado resultado. Y tras los pocos tumbos empezaron a detenerse, dos de los dados ya marcaban un cinco.
-¡Ajá! -el último dado no se había terminado de detener y el dedo acusador del arcano ya me estaba apuntando- ¡Lo sabía! ¡Sucio embustero!
Todos apartaron la vista de los dados por un momento y se quedaron mirando la escena, incluso otros habitantes del pueblo que deambulaban por la zona se pararon al oír los gritos. Volvimos a mirar los dados, Lumen era el que más sorprendido estaba.
-Ca... ¿Catorce? -tartamudeó Santiago- ¡Catorce! Al final ha salido catorce
A diferencia de lo que acusaba el mago, yo no sería el primero en elegir... por si se lo está preguntando, solo por el ridículo que protagonizó, valió la pena. Bueno, por el ridiculo y por la mueca que puso al darse cuenta de que él, que había elegido dieciocho, era el penúltimo en la elección.
lunes, 5 de diciembre de 2011
Ea~ ea~
Fue un mal trago comunicar a las viudas de los compañeros caídos su nueva disponibilidad. Es curioso como solemos olvidar la mortalidad de aquellos que nos rodean hasta que ocurre, y tras la noticia parezcamos sorprendidos, “¿En serio?” “¿Es eso posible?”... supongo que es parte del comportamiento de las criaturas inteligentes, al fin y al cabo, si no actuásemos así evolucionaríamos muy poco: “Investigaría como se comportan estos elementos alquímicos cuando se mezclan bajo una temperatura determinada... mas como me voy a morir, mejor bajo a la taberna a emborracharme hasta que las tripas me salgan por la boca”.
Solo los seguidores de Qó, el dios de la guerra, eran felices cuando algún familiar moría en combate... hay bastantes excepciones más, por supuesto, pero en un pueblo modesto cómo el nuestro eran casi inexistentes. Solo la viuda de Feron, uno de los ganaderos que nos acompañaron, exclamo, no falta de sollozos, que su marido ahora viviría una vida más plena cuando se reencarnase por la gracia de Elinile, diosa del cambio (o como también era conocida, diosa de la creación y la destrucción)... aunque pareció un poco menos reconfortada cuando Santiago le respondió que estaba convencido de ello, que seguro que estaría con una buena familia, que se ganaría la vida honradamente... y que encontraría otra esposa que le quisiera hasta el fin de sus dias.
Y tras las obligatorias muestras de afecto sociales que marca una comunidad civilizada en ciertas circunstancias... llegó el turno de que los vivos se llevaran su recompensa. La honestidad de los recolectores había permitido reunir un botín de catorce arma, aunque la deshonestidad daba otras cifras. Cuando el mago vació sus alforjas, catorce fueron las armas que salieron de ellas, no eran exactamente las catorce que habían entrado... aunque es de agradecer que el arcano no nos hubiera tomado totalmente por paletos.
-Bien, este es nuestro botín – Lumen volvió a hablar con su presunto protagonismo habitual- vuelvo a daros las gracias a todos por haber aceptado esta empresa y haber ayudado así a un miembro de vuestra comunidad. Supongo que ha llegado el momento que esperabais... para no crear disputas a la hora de la repartición...
-Exacto -interrumpí- para no crear disputas a la hora de la repartición deberíamos usar el único método que un grupo de individuos contratados en una posada aceptaría.
jueves, 1 de diciembre de 2011
lunes, 28 de noviembre de 2011
Cabezas de familia
Apresuramos el paso al deducir que una horda de furiosos bandidos podía echarse nos encima. Estaba siendo una caminata realmente vigorizante, el mago caminaba ahora junto a nosotros, llevando las riendas de su caballo con nuestra recompensa.
- Vaya Hërz, deberías mirar más el camino y menos las armas, -el vendedor de verduras que acompañaba mi izquierda me miró con cara de no haber roto nunca un plato- estando en las alforjas es difícil que te tropieces con ellas.
- Ya, bueno... digamos que aunque siento respeto por la sabiduría del arcano, nunca había pasado uno por el pueblo... ¿Seguro que es de fiar?
- Es cierto -Santiago intentaba susurrarnos para disimular la conversación ante unos oídos en concreto- aunque ha estado ayudando a bastante gente desde que vino, nunca han sido servicios gratuitos... espero que al no ser de los nuestros no le tiente la codicia.
-Por supuesto Santiago, gente como tú, -le puse la mano en el hombro, para crear cierta cercanía- honrada, es de quien nos podemos fiar, podrías haberte quedado en casa con tus hortalizas y tus frutas, pero decidiste ayudar a Böbraen y no por una recompensa... si no por que tú eres así.
Santiago levantó la cabeza orgulloso, sintiéndose la persona más honesta del mundo y se marchó a los principios de la fila de nuestra cabalgata humana... con su maza a dos manos al hombro.
Metí la mano en la mochila y saqué una antorcha. Empezaba a oscurecer, y se notaba aún más con el espesor del follaje. Por suerte para nosotros y para desgracia para la historia, no nos ocurrió nada más interesante en el trayecto, las pocas bestias salvajes que quedaban en el “Camino del hombre cojo” habían aprendido hace tiempo a no cruzarse con un grupo de humanos con armas y/o antorchas en la mano. Al llegar ante la puerta de la casa-comercio, un edificio grande y bien cuidado situado en el camino principal, Lumen volvió a levantar el telón, y acabado el intermedio, su mala función de títeres volvió a empezar.
- Caballeros, ahora debemos hablar con Böbraen, estoy seguro de que se alegrará que sus agresores hayan sido debidamente ajusticiados. Por ello, y con toda la intención de molestar lo menos posible a nuestro común benefactor, propongo encargarme personalmente de comunicarle...
El chirrido de una puerta bien engrasada cortó la interpretación del mago súbitamente. Es curioso cómo las puertas de buena calidad chirrían en ciertos momentos de tensión... sus dueños no suelen molestarse por este hecho, solo esperan de ellas que lo hagan con más clase.
- Eso no será necesario, mi padre...
- ¡Donde están sus cuerpos! -el comerciante, apoyado a hombros de su hijo y custodiado por dos guardias personales vociferaba desde el umbral- ¡Pienso escupir en ellos hasta que mi lengua envidie al desierto de Zer'n.
-Aquí están sus cabezas -el ilusionista alzó el saco que portaba- y se lo entrego como muestra de que...
- ¡Sus cabezas no! ¡Pedí sus cuerpos!... maldita panda de campesinos ¡Esta bien! Habéis logrado más de lo que me esperaba ¿Acabasteis con todos?
- No señor, tras su emboscada...
- Mañana partiré con vosotros y junto a mis guardias arrasaremos ese escondite... -mirando el saco, con una cara de asco como quien mira un saco lleno de cabezas humanas, prosiguió- ¿Estos son? Falta el jefe... bueno, ya buscaremos a ese condenado mañana ¡Ahora largo!
jueves, 24 de noviembre de 2011
El arte de narrar
Las ramas y las hojas caídas eran aplastadas por los pies de tres hombres que iban corriendo. Pese a que aquella parte del bosque empezaba a estar más despoblada, la luz era cada vez más tenue, el atardecer se habría paso en su cíclico camino.
Una flecha surcó el cielo y rozó el pelo del hombre que corría a la cabeza, Rápidamente el hombre alzó el puño, y al hacerlo, la manga de la camisa se bajó mostrando el pañuelo rojo que llevaba atado a la muñeca.
-¡Somos nosotros! ¡Somos nosotros!
-¡Oh! -el tirador parecía preocupado... era lógico- lo siento jefe, les vi corriendo y con la cara tapada y no...
-¡Baja del árbol de una puta vez! -Renard, líder del los bandidos que operaban en Nâshvil no toleraba las equivocaciones. Miró la flecha que se encontraba clavada en el suelo, después de tantos peligros vividos en el ejercito, haber muerto por semejante estupidez era ridículo.
-Yo... -el hombre ya dialogaba con los pies en el suelo- lo siento señor, oí algo y me adelanté de mi posición... luego llegaron usted y...
-¿Qué a pasado aquí? -un quinto hombre se unió a la conversación- ¡Señor! ¿Y... y los demás?
-Se han quedado atrás para facilitarnos la huida
-¡Los vuestros ha tenido la avaricia de contradecirme! -Renard apuntaba con el dedo al nuevo interlocutor- ¡También quisieron llevarse todas las armas! ¡Espero que los hayan matado a todos!
-Sí, Zacar a sido siempre un agitador y un avaricioso, lo siento, intentamos que se quedara en el campamento montando guardia, pero...
-Y las armas ¿Las habéis perdido?
Renard miró penetrántemente al hombre que momentos antes le había regalado una flecha. Con un rápido movimiento desenfundo su espada y cortó su cuello con una entrenada destreza. Era la segunda vez que en aquella imagen aparecía el rojo.
-¡Mierda!
-¡Joder! -los que presenciaron la escena estaban atónitos- no... ¿No se ha pasado un poco? Es decir, lo que ha dicho...
-No, le he cortado el cuello por fallar el tiro de antes, -Renard ya limpiaba la sangre de su filo con las ropas del cadaver- si no lo hubiera errado ahora seguiría con vida.
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El narrador volvió a coger su copa, sabía que era autosugestiono, pero tenía la boca seca... ¿O puede que estuviera demasiado acostumbrado a beber? Su anfitriona llevaba un rato ligeramente distraída.
-¿Ocurre algo, mi señora?
-Oh, no sabía si podía interrumpirte o eso iba en contra de las normas del juego.
-No, no. Si tiene que ver con el relato, no -al dejar la copa y volver a alzar la mirada sonrió levemente- De hecho será un completo placer aclarar cualquier duda.
-Veras me estaba preguntando ¿Cómo conoces lo que ocurrió entre Renard y sus hombres? ¿O cómo sabes la reacción de Râhin al encontrarse la cuenta de la posada entre sus ropas?
-Bueno, se cómo piensa la gente... es fácil deducir sus reacciones...
-Ya, pero estás suponiendo conversaciones exactas, no meros matices de lo que sentían.
-¡Oh, mi señora! Los autores deben poner palabras para transmitir esas sensaciones. Estoy seguro que el lobo no discutió con la niña sobre el tamaño de sus orejas antes de comérsela, pero al narrarlo había que crear esa tensión, ese camino hacia al desastre que lleva al oyente a tener los nervios a flor de piel.
-Ya, pero eso es un cuento infantil ¿Desde cuando hablan los lobos?
-No lo se, no se me ocurrió preguntárselo
-... conociste a un lobo que hablaba.
-No, pero no por ello la historia de cómo lo conocí sería menos interesante.
La mujer arqueó las cejas, reflexionó un instante y ladeo la cabeza sutilmente.
-Está bien, puedes continuar.
lunes, 21 de noviembre de 2011
No sin mi loot
-Yo he matado a tres de esos hijos de puta, que es más de lo que habéis hecho vosotros.
-Aquí que cada uno cargue con lo que pueda...
-¡Eh! ¡Hijo de troll! Ya puedes ir dejando eso en el suelo.
-¿¡Tu madre regaba las hortalizas en la “Ciénaga de los Lamentos” o que te ocurre!?
-¡Caballeros! Por favor -Lumen hablo con una sonrisa tranquila en su rostro- celebro que tras el combate les queden fuerzas para discutir... si me permiten les aconsejaría que repartamos el botín de una manera equitativa. Si bien es cierto que es divertido vociferar animádamente con los compañeros quien a matado más enemigos en el combate, no hay que con ello menospreciar el valor y la capacidad de todos... más aún cuando con ello insultamos a nuestros amigos que no nos pueden responder.
Todos miraron hacia los cuatro cuerpos que yacían en el suelo, cerca del grupo. Hacía apenas un cuarto de jornada nos acompañaban corriendo desde el pueblo y ahora no iban a poder regresar por su propio pie. El silencio que se escuchó a continuación rompía completamente con la griterío anterior. Pese a que todos habíamos visto la muerte de cerca, la perdida de una vida todavía proporcionaba algo de respeto hacia la persona que la había poseído. Los presentes que tenían casco se lo quitaron, aprovechando para quitarse de la cara el sudor que les había producido.
-Así pues -prosiguió el brujo- coincidimos en una partición por igual, que por comodidad de todos y para evitar que en una futura emboscada portemos demasiado peso como para devolverles el ataque, llevaremos en las alforjas de mi caballo hasta llegar al pueblo.
Tras unas miradas furtivas, los demás asintieron, era lo mejor, y tras aquel momento emotivo, los participantes de aquella refriega se dieron cuenta que habían salido de aquella situación por los pelos.
Empezaron a recoger las armas y a esconder los cuerpos que más tarde teníamos que llevar a Böbraen. Todo el mundo tenía un ojo avizor por si nos interrumpían durante nuestra tarea con una de las amigables flechas que habían demostrado ofrecer los bandidos... también había ojos, aunque no muy expertos en su tarea, pendientes de que el botín no desapareciese a mitad de camino hacía las alforjas.
Caminé por la periferia del improvisado campo de batalla. Mis sospechas eran que aquellos solo eran los subordinados de alguien más importante y que... efectivamente aquello solo había sido una distracción para dejar escapar a los que seguramente eran los cabecillas del grupo con el que nos habíamos enfrentado... estaban bien organizados, pero al no haber nadie dando ordenes durante la pelea era evidente que... mis ojos, que buscaban huellas o algún otro rastro se encontraron con un pie ajeno... posteriormente con una pierna, un torso y la cara del cazador de las pieles en verano. Parecía que él había tenido la misma idea que yo. Realicé una pequeña reverencia y le cedí el paso para que volviera con el grupo. Tras una mueca de desprecio, vi como su nuca se dirigía con paso rápido hacia el mago.
jueves, 17 de noviembre de 2011
De magdalenas y pasteles
Tras los educados saludos y otras conductas sociales típicas, la refriega parecía que se desarrollaba de una forma un poco más ordenada. Los primeros instantes habían sido algo caóticos, pero los sorprendidos, para sorpresa de todos, se habían convertido en los sorprendedores y estaban rebatiendo de una manera sorprendente los argumentos que les lanzaban los ya no tan emboscadores bandidos.
Ballesta en mano, lance un par de virotes, tratando de no desvelar demasiado mi escondite. Los primeros en caer fueron los que habían pretendido envolvernos por la retaguardia, y que tras chamuscarles sus planes, prosiguieron el combate a pie, muy a su pesar. Había un guerrero, que no conocía del pueblo, que fue especialmente diestro con la maza y el escudo, prácticamente el combate en la retaguardia lo había ganado él... tubo suerte de que yo estuviera ahí para impedir que le mataran de una flecha en la espalda.
Por otra parte, la vanguardia era algo más nivelada, Santiago se desenvolvía bien con el arco que acababa de adquirir... no obstante, los enemigos del que nos iba a pagar poseían más destreza y no dejaban de hostigar desde los arboles. El herido del principio... el rápido que tenía la flecha clavada en el muslo, estaba en medio de la lluvia de flechas, oculto tras un gran roca y pidiendo ayuda. Un joven rubio, el hijo de uno de uno de los carniceros del pueblo, salió corriendo de su escondite para intentar socorrerle, pero su cuello se topó con el afilado metal de una flecha, y ante tal situación, solo hay un resultado posible. En fin, luego la gente dice que no hay buenas personas en el mundo... lo que ocurre es que las buenas personas no llegan a la edad adulta.
La batalla se desarrolló sin ningún altercado más destacable. Pese a la efectividad de la táctica que usé para acabar con los enemigos que teníamos a la espalda, decidí no volver a emplear las bolas incendiarias, en parte para no rodearnos de un fuego que nos podía superar... como ya he dicho era verano, y el bosque estaba especialmente seco... en parte por que con un poco de suerte seríamos menos a demandar el botín.
Y tras apagar el pequeño incendio, empezó lo que ocurre cuando un grupo de desconocidos se tiene que repartir un pastel, que por muy grande que sea, siempre te encuentras con demasiados repartidores.
lunes, 14 de noviembre de 2011
A mí me daban dos
Llevábamos corriendo bastante tiempo, esquivando raíces, cortando ramas, el bosque nos abrazaba como una madre cuando protege a su hijo... pero ese hijo tenía una espada y prisa. Si no alcanzábamos a los ladrones no conseguiríamos nuestra/su recompensa.
Fue entonces cuando ocurrió, acompañada de un silbido un salpicón de sangre brolló del cuello del primero de nosotros. La primera flecha había sido lanzada, y las piernas del pobre receptor llevaban tanto impulso que todavía caminó dos pasos antes de caer muerto.
-¡Cubríos! - no se quien gritó, pero fue lo más sensato y a la vez lo más obvio que se pudo oír
Varias flechas cayeron en la maleza, una consiguió dar en la pierna de otro de nuestros hombres que pretendía reaccionar un instante más tarde que el resto. Yo, por mi parte, tenía que actuar rápido, si aquello era una emboscada, los bandidos todavía no habían mostrado todas sus cartas... es curioso que una emboscada en un valle también se diga emboscada, supongo que cuando la gente grita “Nos han tendido una trampa” suele caer muerta antes de terminar.
Saqué rápidamente tres pequeñas esferas de una de las bolsas de mi cinturón y las lance contra los arboles que teníamos tras nosotros, hacia el camino por el que habíamos venido, con el impacto se incendiaron y empezaron a quemarlos. Alcé mi ballesta y esperé. El primer ladrón saltó de un árbol cercano al poco tiempo, disparé cumpliendo mi predicción de errar el disparo, y grité:
-¡Retaguardia!
Tras un nueva cobertura que no me expusiera a los enemigos que nos flanqueaban, vi como varios hombres, concentraban la defensa en los nuevos enemigos, mientras el mago pronunciaba unas palabras entre siseo y gorgojeo que avivaron las llamas. En primera linea seguía el intercambio de flechas, un poco desigual por parte del equipo local, que dominaba el juego.
Santiago miró su azada, él era un granjero cuya cosecha de nabos y tomates no había sido productiva aquel año... ni el anterior, y ahora mismo estaba rodeado de hombres que se pretendían quitar la vida, muchos portaban armaduras, todos armas, algunas de esas armas con filigranas en la hoja, y él con su azada.
Miró uno de los arqueros trepa árboles que le separaban de la recompensa que le daría de comer aquel año... y con suerte el siguiente. Cogió impulso y le lanzo la azada; podía ser que su arma no fuera lo bastante sofisticada como para acabar con la vida de un hombre; la azada impactó sobre su objetivo y este se desequilibró; pero durante todos estos años, Santiago se había estado labrando un amigo fiel; el bandido empezó a caer; que era lo suficientemente duro para tal cometido.
jueves, 10 de noviembre de 2011
Cartas de amor
Râhin le dio su espada al sirviente y esté la colocó en el pequeño armero que el hijo del comerciante tenía en su excesivamente decorada habitación.
Había sido un día duro, el viaje, la reunión con los bandidos ¿Qué es lo que había estado hablando su padre con aquel ladronzuelo prepotente? Y después, Râhin se llevó la mano al cuello al recordar eso, creía que iba a morir... de verdad lo creía, pero parecían más interesados en matar a su padre y salir corriendo ¡Suerte que su padre era un hombre precavido y llevaba su camisote de mallas debajo de la ropa!
-Señor -interrumpió el sirviente- … para desvestirle...
-Oh, sí por supuesto -bajó el brazo, seguía sujetándose el cuello.
Caro que él también llevaba el suyo, pero... creía que iba a morir ¿Por qué su padre no había querido llevar a más hombres para que protegieran el campamento? ¿Y los disfraces? No era la primera vez que recorrían el “Camino del hombre cojo” y nunca... bueno, debía dejar de criticar a su padre, al fin y al cabo estaba al borde de la muerte y no le parecía el momento más adecuado para...
-Mi señor, ya está listo – dijo el sirviente- mandaré a quemar sus ropas, éste barro no creo que se pueda limpiar y los rotos... ah, y se le ha caído un papiro de entre las ropas, se lo he dejado en el escritorio.
-Puede retirarse – sentenció toscamente
¿Un papiro? Cuando el sirviente se hubo ido alargó la manó, lo cogió y lo desdobló ¿Eso era su letra? Empezó a leerlo.
Yo, Râhin, hijo de Böbraen que a su vez fue hijo de Menron. Me comprometo por la presente a pagar la deuda contraída el sexagésimo cuarto día de verano en “El Poni remendado”, cuyos artículos consumidos expongo a continuación.
-Doce barriles de cerveza
Que serán pagados en un plazo de cuatro días empezando por el día de hoy y cuyo precio asciende a no más de 50 monedas de oro, precio acordado por Grönan al tener la amabilidad de prestarme en su taberna. Si dicho pago no es realizado en el temporalidad concretada o no se abona el dinero convenido, dejo a disposición del sabio dueño de la taberna la tarea de usar los métodos que él crea oportunos para satisfacer sus deseos.
Firma el pagaré:
Râhin cerró la boca, despacio. Volvió a mirar su firma.
- ¿¡Pero qué mierda...!?
jueves, 3 de noviembre de 2011
Penitenciagite
Éramos una docena de hombre buscando a los asaltantes, con cierta dificultad. No eran estúpidos, conocían la zona y aprovecharon que Râhin tenía que ir al pueblo y volver con la ayuda para borrar su rastro. De vez en cuando, el mago, Lumen dijo que se llamaba, por no se que cuentos de su aura, que al proceder de un antiguo linaje de hechiceros, esta despedía continuamente maná y era luminosa como la luz del sol en un día de verano y creo que algo más, yo estaba atendiendo el camino y no le escuchaba mucho.... de vez en cuando, decía, señalaba alguna rama o brizna de hierba pisada y pronunciaba un “Todavía no les hemos perdido la pista, caballeros”. Era algo curioso, dado que las personas que íbamos delante eramos una montaña de alimañas muertas que cubrían a un cazador y yo.
Después de unos minutos de caminar, vi hacia donde nos dirigíamos:
- ¡Escuchad! -vociferé- Los bandidos se dirigen a las cuevas al oeste del “Camino del hombre cojo”, había oído rumores que ahí se estaban reuniendo un pequeño número de bandas locales, así que será mejor que nos dejemos de seguir rastros y empecemos a corres para alcanzar a nuestros ladrones, o nos tendremos que enfrentar a un reto mucho mayor.
- ¿Y cómo sabe usted eso? -Lumen se me había acercado durante mis palabras- ¿Eh? ¿Por qué deberíamos confiar en usted?
- En primer lugar, puedes tutearme, yo lo haré, y contestando a tu pregunta... es sencillo, viviendo aquí. No obstante, creo que aunque llevaras en el pueblo más tiempo no te enterarías de lo que ocurre en él, es difícil que tus libros cuenten lo que ocurre a tu alrededor.
Nuestros compañeros de búsqueda nos observaban expectantes. Algunos empezaron a mirarme mal... es divertido meterse con las figuras de admiración de la gente.
- Noto cierta mal intencionada soberbia en sus palabras, como si lo que soy le irritase en demasía. No se preocupe, la envidia y el temor a lo desconocido suelen provocar esos nefastos sentimientos.
- ... -tuve que bajar la cabeza- sí... sí lo reconozco, he de admitir que la incomprensión y la envidia, todo sea dicho, me han cegado y le he incordiado con datos que un extranjero es normal que desconozca. En ningún momento he pretendido ofenderle y si esa ha sido la impresión lo lamento en lo más profundo de mi alma. Soy consciente de que su saber es cuasi infinito y que posee conocimientos de gran valor... y hablando del tema -saqué una moneda de uno de mis bolsillos mostrando la sonrisa que había intentado maldisimular- tengo este doblón de oro del reino de Aâran... ¿Me podría dar el cambio en centavos?
jueves, 27 de octubre de 2011
Si hay recompensa, hay misión
Todos nos quedamos mirando a aquel hombre, asombrados del nivel de vocabulario que es capaz de alcanzar el ser humano en ciertos destellos de inspiración.
- Lo que mi padre quiere decir...
- ¡Lo que quiero decir es que ahí fuera hay un montón de armas de una calidad excelente y lo único que tenéis que hacer es sesgar la vida de aquellos que las sostienen! ¡Me dan igual! ¡Me dan igual mis armas! Solo quiero... solo os pido, que me traigáis los cuerpos sin vida de aquellos que me han atracado.
Las palabras de Böbraen causaron un elevado murmullo entre la multitud, algunos empezaron a alejarse, buscando algún rastro de los ladrones, otros, menos sutiles, empezaron a apartar con el pie las armas que los asaltantes se habían dejado en su huida.
- Aunque la venganza es un objetivo tentador en la vida de un hombre, no le va a salvar de la muerte, yo me preocuparía de llevarle lo antes posible al pueblo, para que los curanderos y los sacerdotes vieran esas heridas.
La gente dejó lo que estaba haciendo. Miraban asombrados al hombre que había pronunciado aquellas frases, lo había hecho con prepotente sabiduría, de la que solo hacen gala los que están seguros de cada palabra que vocalizan sus labios o de los que quieren convencer de su saber. Aquel sonido era acompañado de una imagen, un hombre muy viejo, de unos cincuenta años, portando un decorado cayado y vestido con túnicas finas y coloridas, todo ello montado sobre un blanco corcel. Era una figura que gritaba “Mago” a voz de gigante.
Los magos, hechiceros, alquimistas, dobladores de realidad, conjuradores, ilusionistas... todo aquel capaz de realizar magia era muy difícil de ver en “el mundo exterior”. Ellos se formaban en academias en las grandes ciudades, donde se les enseñaba a leer y escribir (me estoy refiriendo al idioma propio, no a un idioma arcano transmitido por el primer maestro que, bla, bla, bla, no, sencillamente es que la gente no sabe ni leer, ni escribir, ni encontrarle una utilidad a ello) alquimia, idiomas, geografía, historia… y lo que más llama la atención, magia.
La magia... la magia es complicada de explicar, es jugar con la causalidad del universo... ¡Es un diálogo! Es decirle a la realidad “Tú y yo sabemos que entre mis manos no hay una bola de fuego pero... ¿Qué pasaría si la hubiera? Eso no puede ser imposible, por qué si la hago aparecer, y fuera imposible, significaría que he roto el tejido de la realidad y todo el universo se iría al garete. Así que vamos a hacer una cosa, tú me dejas crear una bola de fuego y yo no se lo cuento a nadie”... es difícil de explicar, de entender y de realizar, y por eso los magos tardan tanto en aprender a manipular la realidad. Por ello, la mayoría muere antes de lograr dominar su poder o han pasado tanto tiempo en la academia que deciden quedarse e impartir clases o custodiarla.
En cualquier caso, el ancianete prepotente hizo subir a Böbraen en su caballo y que un grupo de hombres lo escoltasen a Nashvil mientras el nos ayudaba a vengarlo.
Râhin, el hijo del comerciante parecía preocupado, aunque su padre volvía a estar consciente, desde su discurso no había dejado de sangrar. Aproveché para acercarme a él y le toqué el hombro.
- No te preocupes, está en buenas manos.
lunes, 24 de octubre de 2011
Un juevelunes cualquiera
Recorrí la calle principal del pueblo, no fué tarea fácil, porque Nashvil se caracterizaba por ser larga, muy larga, todos los comercios querían un sitio en la calle que llevaba al “Camino del hombre cojo”, transitada por los viajeros que iban o volvían de la capital propensos a gastar algo de sus ganancias. Te podían asaltar comerciantes muy variados, desde vendedores de especias, pasando por los típicos vendedores de carne empalada al grito de “¡Con estos precios voy a la quiebra!” hasta llegar a los templos de Nashvil donde los sacerdotes pedían donaciones para sus respectivos dioses.
Cuando llegué al lugar del asalto, ya habían conseguido hacer las primeras curas a Böbraen. Se encontraba recostado sobre su carro al que los asaltantes habían volcado, a su lado, un montón de paja esparcida por el camino y entre ella un par de armas parcialmente visibles. Su hijo, algo más calmado, ya había empezado a relatar lo ocurrido a la multitud que hacían corro alrededor de ellos dos.
- … a la Capital, sí, allí nos dirigíamos, habíamos escondido las armas entre la paja y portábamos ropa de plebe para hacernos pasar por campesinos y despistar así a los bandidos -eso no era del todo cierto, llevaban ropa sucia y enfangada, sí, pero para un ojo experto esta seguía siendo de buena calidad. La imagen era más bien, como si dos burgueses se hubieran emborrachado aquella noche y hubieran decidido dormir en sus cuadras para no despertar a sus parientas- pero... pero de repente nos asaltaron y...
- ¡Y ESOS CABRONES NOS ROBARON! -Böbraen parecía haber revivido, o al menos la parte de él que sabía blasfemar – ¡Esos hijos de una amapola rosa silvestre me robaron el perfumado fruto de mis maravillosos comercios en tierra de enanos! ¡Con lo delicados, agradables y muy simpáticos que son los enanos, esas criaturas adorables a las que me encantaría espachurrar entre mis brazos como muestra de lo tolerante y lo poco xenófobo que soy yo! ¡Y esas magníficos hijos de una amapola silvestre me han atacado y me lo han robado todo! ¡Cuando consiga ponerle la mano encima de uno de sus tersos cuellos, pienso retorcérselo hasta que pueda ver el amanecer plácidamente a orillas de una playa de agua cristalina, compartiendo una copa del mejor vino!
Bueno, técnicamente esas no fueron las palabras exactas que perpetró la boca del comerciante... pero hay cosas que no repetiré en presencia de una dama.
jueves, 20 de octubre de 2011
jueves, 13 de octubre de 2011
Alguien tiene que pagar por esto
El hombre que entró falto de aire en la taberna se quedó mirando a su interior, esperando una reacción. El más listo, o el más sobrio, junto las palabras que acababan de entrar por su oído y se levantó. El resto de personas le imitaron y salieron todos por la puerta, siguiendo al hijo del atracado. Me acabé la copa y me dirigí hacía la puerta.
Normalmente éste tipo de reacciones no ocurren en el “Poni Remendado”, si una persona cualquiera entrase a la voz de “¡Socorro!” o “¡Por favor, que alguien me ayude!”, solo se girarían curiosos y familiares. Pero si algo había levantado a éste pueblo era el dinero, y Böbraen, el padre del hombre con grandes pulmones, poseía mucho.
Ésto me recuerda que mucha gente me pregunta a menudo por qué existen tantas histórias donde un grupo de aventureros se encuentran en una taberna cuando, casualmente, alguien se acerca a ellos requiriendo sus servicios. Hay tres razones para que ésto ocurra, la primera es que, en pueblos pequeños, no existe guardía a la que pedir ayuda, y muchas veces hay que conformarse con aquellos borrachos que harían lo que fuese por conseguir otra ronda. La segunda es que si te llevas mal con la guardia del pueblo, también deberás conformarte con aquellos borrachos que harían lo que fuese por conseguir otra ronda, y ese era el caso de Böbraen. Sí un pueblo había surgido gracias a la picardía de sus habitantes, es de esperar que el regente de dicho pueblo también hubiera conseguido su puesto a base de aportar oro a las arcas del duque de la región, envenenar a algún pariente del duque o pagar a alguna criada para que provocara algún escándalo referente a un traje y una mancha... Aleshander no era esa clase de regente, Aleshander poseía un título nobiliario y Böbraen todavía no había conseguido arrebatarle el poder.
La tercera razón por la que hay tantos relatos que empiezan en una taberna es que a veces cambio el principio de las historias que empiezan por "Y la Dama del Lago se apareció ante el héroe...", sobretodo cuando me encuentro en un ambiente familiar. Es una situación muy incómoda cuando un niño te pregunta qué hace el espíritu de una joven desnuda en medio de un lago... y no debería ser yo quien le explicara estas cosas, eso es trabajo de sus padres.
Pero volviendo a lo que nos interesa, yo estaba a punto de cruzar el umbral de la puerta cuando de repente noté como alguien me agarraba del brazo, suavemente. Me giré y mi mirada se cruzó con la de Miriham, su pelo se posó sobre los hombros, se notaba que había venido aceleradamente. Pocas veces me oiréis decir esto, pero en estos momentos es en los que odio no ser un héroe, y lo digo enserio, por que cuando cualquier héroe hubiera recibido un dulce "Ten cuidado" o un dramático "Vuelve con vida", cuando los labios de Miriham se abrieron, lo que surgió de ellos fue:
– Y ahora ¿Quién me paga la cuenta?
jueves, 6 de octubre de 2011
Un silencio brusco
Cogí mi copa, era un día cualquiera en un mes tranquilo de Nâshvil, la taberna de “El Poni remendado” estaba abarrotada de la gente que había decidido, ya hace mucho tiempo, que aquellas horas de la tarde eran idílicas para empezar a beber... espere, ahora que lo recuerdo, debía ser verano, porque la camarera, Miriham, llevaba puesto aquella tarde un conjunto que ahorraba en tela y prometía propinas.
Los asiduos menos asiduos de la taberna creían que Miriham era la nueva compañera de Grönan, se equivocaban. Cuando se le preguntaba a Grönan ofreciéndole una copa de su mejor hidromiel, este decía que ya había aprendido la lección y que no volvería a poner nada de valor al alcance del público. Su relación era puramente profesional, y todos los servicios que Grönan recibía de Miriham eran posteriormente remunerados.
El murmullo de la masa era la música que en aquel momento se escuchaba tras mi cortina de botellas. Yo, mientras tanto, había conseguido que Miriham se tomara un descanso y estaba sentada en la mesa escuchando una de mis maravillosas aventuras, ahora mismo no recuerdo cual era... ni si era cierta, y de repente, se hizo el silencio.
¿Sabe cuando estas por la calle con un amigo y le decide comentar lo horrible que es la persona que camina enfrente vuestra, lo mal vestida que va, o lo fácil que sería hacer que se le cayera su bolsa de oro, y el destino, en un alarde de aburrida omnipresencia, decide que todas las conversaciones de los demás transeúntes terminen en ese preciso momento y parece que antes de que usted haya acabado su frase el resto de personas ya la estuvieran mirando?
Pues ese es el tipo de silencio que se hizo, y todos miramos hacia la puerta, y tras una fracción de tiempo tan corta que posiblemente no tenga ni nombre, esta se abrió bruscamente.
jueves, 29 de septiembre de 2011
Empecemos por el principio
Nâshvil era un pueblo de interior que se había convertido en un pequeño gran bullicio de viajeros. En sus inicios era un asentamiento de los obreros y esclavos que trabajaban en la construcción del “Camino del hombre cojo” hará ya un par de décadas. Aunque exactamente no lo construían, simplemente lo adecuaban para el paso de grandes carretas y el uso mercantil. Y es que el camino ya existía, era un puerto de montaña que los contrabandistas usaban para llevar sus productos desde la costa a las zonas de interior de la región, y se llamaba así porque... bueno, porque era muy estrecho.
Una vez adecuado, el “Camino del hombre cojo” resultó ser una vía más rápida que algunas de las rutas que ya existían, así que muchos viajeros la frecuentaban y muchos de ellos paraban en Nâshvil en busca de un plato caliente y una cama donde dormir. Aquellos que en su día tuvieron suficiente ojo para los negocios como para crear una taberna en medio de aquel montón de casas desperdigadas encontró en Nâshvil su pequeña mina de oro. Por suerte o por desgracia, Grönan tuvo esa idea.
“El Poni remendado” fue una de las primeras posadas de Nâshvil, Grönan, un antiguo comerciante conocía bien las ventajas del “Camino del hombre cojo”, era consciente de que sería una gran ruta al interior y que los viajeros harían cola para dormir en algún lugar cercano, así que recogió lo que había ahorrado durante sus años de honrado trabajo e invirtió en la construcción de un modesto edificio en el centro de Nâshvil, donde ahora está situada la “Plaza de la Fuente”.
Pasaron los años, y Grönan celebraba y se regocijaba de los beneficios que había obtenido de los viajeros que pasaban la noche en su posada. Desgraciadamente, su mujer, Pristila, también había estado beneficiándose de los viajeros que pasaban la noche en su posada.
Según Grönan, no pasó mucho tiempo hasta que se olió que algo raro ocurría, y cuando descubrió el engaño, llevó a su mujer ante las autoridades. Las leyes de la mayoría de los templos de Nâshvil, coincidían en que el castigo por adulterio era la lapidación pública para la mujer y una bofetada en la mejilla izquierda para todos los cómplices del adulterio. No obstante, el juez que medió entre las dos partes se apiadó de Pristila y decidió condenarla al exilio... y era tal la devoción que el juez sentía por su trabajo que marchó con la mujer para supervisar que efectivamente cumpliera con su condena.
Las noches en el “Poni remendado” nunca volvieron a ser lo mismo.
jueves, 22 de septiembre de 2011
Esto si es un juego
En la otra punta de la mesa, unos labios se posaron sobre una copa, no por que tuvieran sed, si no por que su propietario tenía que calcular cual sería su próximo movimiento.
La mesa donde estaban sentados era una mesa larga, de esas que solo sirven para colocar una silla en cada punta. Tanto unas como las otras eran de piedra gris tallada, con escenas de niños jugando a la pelota, familias cultivando trigo, hombres emborrachándose, reuniones familiares de festividades diversas... pero aunque las imágenes eran alegres, al igual que una niña pequeña sonriente con vestido, con la iluminación adecuada, la visión era aterradora.
El invitado dejó la copa, entrecruzó las manos delante de su cara y sonrió. Contradecir a la anfitriona sería admitir que estaba en un problema y eso era algo que no se podía permitir.