jueves, 27 de octubre de 2011

Si hay recompensa, hay misión

Todos nos quedamos mirando a aquel hombre, asombrados del nivel de vocabulario que es capaz de alcanzar el ser humano en ciertos destellos de inspiración.

- Lo que mi padre quiere decir...

- ¡Lo que quiero decir es que ahí fuera hay un montón de armas de una calidad excelente y lo único que tenéis que hacer es sesgar la vida de aquellos que las sostienen! ¡Me dan igual! ¡Me dan igual mis armas! Solo quiero... solo os pido, que me traigáis los cuerpos sin vida de aquellos que me han atracado.

Las palabras de Böbraen causaron un elevado murmullo entre la multitud, algunos empezaron a alejarse, buscando algún rastro de los ladrones, otros, menos sutiles, empezaron a apartar con el pie las armas que los asaltantes se habían dejado en su huida.

- Aunque la venganza es un objetivo tentador en la vida de un hombre, no le va a salvar de la muerte, yo me preocuparía de llevarle lo antes posible al pueblo, para que los curanderos y los sacerdotes vieran esas heridas.

La gente dejó lo que estaba haciendo. Miraban asombrados al hombre que había pronunciado aquellas frases, lo había hecho con prepotente sabiduría, de la que solo hacen gala los que están seguros de cada palabra que vocalizan sus labios o de los que quieren convencer de su saber. Aquel sonido era acompañado de una imagen, un hombre muy viejo, de unos cincuenta años, portando un decorado cayado y vestido con túnicas finas y coloridas, todo ello montado sobre un blanco corcel. Era una figura que gritaba “Mago” a voz de gigante.

Los magos, hechiceros, alquimistas, dobladores de realidad, conjuradores, ilusionistas... todo aquel capaz de realizar magia era muy difícil de ver en “el mundo exterior”. Ellos se formaban en academias en las grandes ciudades, donde se les enseñaba a leer y escribir (me estoy refiriendo al idioma propio, no a un idioma arcano transmitido por el primer maestro que, bla, bla, bla, no, sencillamente es que la gente no sabe ni leer, ni escribir, ni encontrarle una utilidad a ello) alquimia, idiomas, geografía, historia… y lo que más llama la atención, magia.

La magia... la magia es complicada de explicar, es jugar con la causalidad del universo... ¡Es un diálogo! Es decirle a la realidad “Tú y yo sabemos que entre mis manos no hay una bola de fuego pero... ¿Qué pasaría si la hubiera? Eso no puede ser imposible, por qué si la hago aparecer, y fuera imposible, significaría que he roto el tejido de la realidad y todo el universo se iría al garete. Así que vamos a hacer una cosa, tú me dejas crear una bola de fuego y yo no se lo cuento a nadie”... es difícil de explicar, de entender y de realizar, y por eso los magos tardan tanto en aprender a manipular la realidad. Por ello, la mayoría muere antes de lograr dominar su poder o han pasado tanto tiempo en la academia que deciden quedarse e impartir clases o custodiarla.

En cualquier caso, el ancianete prepotente hizo subir a Böbraen en su caballo y que un grupo de hombres lo escoltasen a Nashvil mientras el nos ayudaba a vengarlo.

Râhin, el hijo del comerciante parecía preocupado, aunque su padre volvía a estar consciente, desde su discurso no había dejado de sangrar. Aproveché para acercarme a él y le toqué el hombro.

- No te preocupes, está en buenas manos.

lunes, 24 de octubre de 2011

Un juevelunes cualquiera

Recorrí la calle principal del pueblo, no fué tarea fácil, porque Nashvil se caracterizaba por ser larga, muy larga, todos los comercios querían un sitio en la calle que llevaba al “Camino del hombre cojo”, transitada por los viajeros que iban o volvían de la capital propensos a gastar algo de sus ganancias. Te podían asaltar comerciantes muy variados, desde vendedores de especias, pasando por los típicos vendedores de carne empalada al grito de “¡Con estos precios voy a la quiebra!” hasta llegar a los templos de Nashvil donde los sacerdotes pedían donaciones para sus respectivos dioses.

Cuando llegué al lugar del asalto, ya habían conseguido hacer las primeras curas a Böbraen. Se encontraba recostado sobre su carro al que los asaltantes habían volcado, a su lado, un montón de paja esparcida por el camino y entre ella un par de armas parcialmente visibles. Su hijo, algo más calmado, ya había empezado a relatar lo ocurrido a la multitud que hacían corro alrededor de ellos dos.

- … a la Capital, sí, allí nos dirigíamos, habíamos escondido las armas entre la paja y portábamos ropa de plebe para hacernos pasar por campesinos y despistar así a los bandidos -eso no era del todo cierto, llevaban ropa sucia y enfangada, sí, pero para un ojo experto esta seguía siendo de buena calidad. La imagen era más bien, como si dos burgueses se hubieran emborrachado aquella noche y hubieran decidido dormir en sus cuadras para no despertar a sus parientas- pero... pero de repente nos asaltaron y...

- ¡Y ESOS CABRONES NOS ROBARON! -Böbraen parecía haber revivido, o al menos la parte de él que sabía blasfemar – ¡Esos hijos de una amapola rosa silvestre me robaron el perfumado fruto de mis maravillosos comercios en tierra de enanos! ¡Con lo delicados, agradables y muy simpáticos que son los enanos, esas criaturas adorables a las que me encantaría espachurrar entre mis brazos como muestra de lo tolerante y lo poco xenófobo que soy yo! ¡Y esas magníficos hijos de una amapola silvestre me han atacado y me lo han robado todo! ¡Cuando consiga ponerle la mano encima de uno de sus tersos cuellos, pienso retorcérselo hasta que pueda ver el amanecer plácidamente a orillas de una playa de agua cristalina, compartiendo una copa del mejor vino!

Bueno, técnicamente esas no fueron las palabras exactas que perpetró la boca del comerciante... pero hay cosas que no repetiré en presencia de una dama.

jueves, 13 de octubre de 2011

Alguien tiene que pagar por esto


– ¡Han atracado a mi padre!

El hombre que entró falto de aire en la taberna se quedó mirando a su interior, esperando una reacción. El más listo, o el más sobrio, junto las palabras que acababan de entrar por su oído y se levantó. El resto de personas le imitaron y salieron todos por la puerta, siguiendo al hijo del atracado. Me acabé la copa y me dirigí hacía la puerta.

Normalmente éste tipo de reacciones no ocurren en el “Poni Remendado”, si una persona cualquiera entrase a la voz de “¡Socorro!” o “¡Por favor, que alguien me ayude!”, solo se girarían curiosos y familiares. Pero si algo había levantado a éste pueblo era el dinero, y Böbraen, el padre del hombre con grandes pulmones, poseía mucho.

Ésto me recuerda que mucha gente me pregunta a menudo por qué existen tantas histórias donde un grupo de aventureros se encuentran en una taberna cuando, casualmente, alguien se acerca a ellos requiriendo sus servicios. Hay tres razones para que ésto ocurra, la primera es que, en pueblos pequeños, no existe guardía a la que pedir ayuda, y muchas veces hay que conformarse con aquellos borrachos que harían lo que fuese por conseguir otra ronda. La segunda es que si te llevas mal con la guardia del pueblo, también deberás conformarte con aquellos borrachos que harían lo que fuese por conseguir otra ronda, y ese era el caso de Böbraen. Sí un pueblo había surgido gracias a la picardía de sus habitantes, es de esperar que el regente de dicho pueblo también hubiera conseguido su puesto a base de aportar oro a las arcas del duque de la región, envenenar a algún pariente del duque o pagar a alguna criada para que provocara algún escándalo referente a un traje y una mancha... Aleshander no era esa clase de regente, Aleshander poseía un título nobiliario y Böbraen todavía no había conseguido arrebatarle el poder.

La tercera razón por la que hay tantos relatos que empiezan en una taberna es que a veces cambio el principio de las historias que empiezan por "Y la Dama del Lago se apareció ante el héroe...", sobretodo cuando me encuentro en un ambiente familiar. Es una situación muy incómoda cuando un niño te pregunta qué hace el espíritu de una joven desnuda en medio de un lago... y no debería ser yo quien le explicara estas cosas, eso es trabajo de sus padres.

Pero volviendo a lo que nos interesa, yo estaba a punto de cruzar el umbral de la puerta cuando de repente noté como alguien me agarraba del brazo, suavemente. Me giré y mi mirada se cruzó con la de Miriham, su pelo se posó sobre los hombros, se notaba que había venido aceleradamente. Pocas veces me oiréis decir esto, pero en estos momentos es en los que odio no ser un héroe, y lo digo enserio, por que cuando cualquier héroe hubiera recibido un dulce "Ten cuidado" o un dramático "Vuelve con vida", cuando los labios de Miriham se abrieron, lo que surgió de ellos fue:

– Y ahora ¿Quién me paga la cuenta?

jueves, 6 de octubre de 2011

Un silencio brusco

Cogí mi copa, era un día cualquiera en un mes tranquilo de Nâshvil, la taberna de “El Poni remendado” estaba abarrotada de la gente que había decidido, ya hace mucho tiempo, que aquellas horas de la tarde eran idílicas para empezar a beber... espere, ahora que lo recuerdo, debía ser verano, porque la camarera, Miriham, llevaba puesto aquella tarde un conjunto que ahorraba en tela y prometía propinas.

Los asiduos menos asiduos de la taberna creían que Miriham era la nueva compañera de Grönan, se equivocaban. Cuando se le preguntaba a Grönan ofreciéndole una copa de su mejor hidromiel, este decía que ya había aprendido la lección y que no volvería a poner nada de valor al alcance del público. Su relación era puramente profesional, y todos los servicios que Grönan recibía de Miriham eran posteriormente remunerados.

El murmullo de la masa era la música que en aquel momento se escuchaba tras mi cortina de botellas. Yo, mientras tanto, había conseguido que Miriham se tomara un descanso y estaba sentada en la mesa escuchando una de mis maravillosas aventuras, ahora mismo no recuerdo cual era... ni si era cierta, y de repente, se hizo el silencio.

¿Sabe cuando estas por la calle con un amigo y le decide comentar lo horrible que es la persona que camina enfrente vuestra, lo mal vestida que va, o lo fácil que sería hacer que se le cayera su bolsa de oro, y el destino, en un alarde de aburrida omnipresencia, decide que todas las conversaciones de los demás transeúntes terminen en ese preciso momento y parece que antes de que usted haya acabado su frase el resto de personas ya la estuvieran mirando?

Pues ese es el tipo de silencio que se hizo, y todos miramos hacia la puerta, y tras una fracción de tiempo tan corta que posiblemente no tenga ni nombre, esta se abrió bruscamente.