jueves, 9 de febrero de 2012

Planes imposibles

-¡Tú plan, tú plan! Nunca me cuentas nada, padre -Râhin se sentaba indignado en su ostentoso sillón, sostenía una copa de vino con aires de estudiada prepotencia, una actitud que no podía quebrar la pasividad de Böbraen.

-Ya te lo dije cuando el timo de la vaca sagrada... todo lo que te oculto es por tu seguridad -El comerciante se encontraba frente a su hijo, tumbado en un sofá con los pies alzados sobre unos mullidos cojines.

-¡Maldita sea! ¡Podría haber muerto!... podríamos... podíamos haber muerto...

-Estaba todo calculado...

-¿Todo calculado? Pero si caímos en su emboscada.

-Ya, aquel bandido con más codicia y menos inteligencia que Renard no estaba en los términos del trato...

-¿Y...? ¿Y que garantías tenías de ese Renard? ¡Seguro que la emboscada la tenía planeada desde el principio!

-No... no, no. Digamos que tenemos un enemigo en común.

-¿A sí? ¿Quién?

-Aleshander

-¿Nuestro regente?

-Así es.

-Un enemigo muy grande para un simple bandido.

-Oh, pero Renard no es un simple bandido... cuando usaba su verdadero nombre era el jefe de la guardia de nuestra ciudad, y muchos de sus seguidores eran antiguos guardias... bueno, técnicamente eran los guardaespaldas del propio Aleshander, ningún noble en su sano juicio gastaría su dinero en proteger al pueblo.

-¿Así que es una cuestión de venganza?

-Sí... no se que le debió hacer, pero Renard está obsesionado con tomar el pueblo a la fuerza desde hace años, que falta de sutileza.

-¿Y no es plausible que lo consiga?

-¡Ja! Eso es un soberano absurdo. Para lograrlo debería reunir a todos los bandidos a veinte jornadas de distancia...

lunes, 6 de febrero de 2012

Planes y desplanes

La luz de las crepitantes antorchas iluminaba a duras penas aquella cueva. Las sillas mejor decoradas y más mullidas del reino se congregaban al rededor de una larga mesa... eso sí, ninguna de las sillas coincidía en diseño y en algunos casos en color, con su vecina, siguiendo el estilo conservador y ajeno de los ladrones.

-¡Sois todos unos ineptos! -Renard seguía alterado, llevaba desde antes que El·la desapareciera tras el horizonte levantado- ¡Inútiles! ¿Me oís? Cuando os pregunté vuestros nombres me debisteis contestar: “Mi nombre es Inútil, hijo de Inútil el Grande”

El grupo de desojados guardacaminos que se encontraba al otro lado de los gritos aguantaba estoicamente la paliza verbal a la que estaban siendo sometidos.

-Mi señor, teníamos que matarle... cuando le encontramos había un maldito infierno alrededor suyo ¡Y nos amenazó, señor! ¡Nos amenazó con hacer lo mismo en el campamento!

-Bueno, tampoco nos interfiere demasiado en nuestros planes -Yerold, líder de los bandidos de los pueblos costerizos del sur, declaraba prepotente desde su asiento aterciopelado.

-¿Cómo? ¿Cómo? -Renard estaba a punto de explotar- ¿Acaso proteges estos inútiles por que son de los vuestros? Habéis matado a un maldito mago ¡Toda la maldita congregación de arcanos de aquí hasta el fin de los nueve reinos nos van a buscar! ¡Todo mi plan se irá a la mierda!

jueves, 2 de febrero de 2012

Compartir es vivir

-¡Rápido! ¡La llave de nuestra habitación!

-¿Pe... perdone? -el amo de la posada estaba completamente extrañado

-La llave de nuestra habitación -repetí- Lumen está en serios apuros y necesita uno de su pergaminos.

-¿Qué?... ah, ah, así que viniste con Lumen, no recuerdo yo...

-Sí, ya lo se, ya lo se, la gente ve a un gran mago y se olvida del guerrero, el cazador y el escudero que le acompañan... y eso duele, por que seguro que se acuerda de alguna de las jovenes que vinieron a pedir que el mago les leyera el futuro...

-Ya bueno... por que ya las conocía de haberlas visto en la plaza...

-Sí ya, -corté secamente- Supongo que puedo darle una pequeña compensación por hacerle trabajar a una hora tan temprana... ¿Y esa llave?




La habitación del lanzahechizos era de las más grandes y sin duda tenía las mejores vistas... sí, eran vistas a la calle principal, pero eran las mejores vistas de todo el edificio.

Los libros apilados en el escritorio me decían que Lumen no se había marchado... o al menos no había pretendido marcharse definitivamente de la habitación. Las túnicas del armario ratificaron mi deducción y esperaba que los secretos del cofre que se encontraba a los pies de la cama me aportaran algo más que respuestas.

Me agaché en cuclillas a su lado y saqué el estuche de herramientas necesarias para abrir cerraduras a las que técnicamente uno no tiene permitido acceder. Lo primero que cogí en mi mano fue un monóculo, entre mis dedos tenía una herramienta indispensable para mirar a través de las cerraduras, no sería la primera persona que veo a la que soplan una aguja mientras pone el ojo donde no debe... y esta vez no me gustaría estar al otro lado de la cerradura.