jueves, 12 de enero de 2012

Kaboom

Lumen sonrió complacido al ver que el cuerpo del bandido inerte no podía devolverle la mirada, luego desvió sus ojos hacia los pocos arboles y los muchos lugares oscuros de alrededor, Ysuf ya lo estaba haciendo.

-Si esto es toda su guardia -dijo, manteniendo la sonrisa- no creo que tengamos muchos problemas en acabar con todos ellos.

-No te confíes, Lumen, -el cazador dejó de observar por un momento los alrededores y centró su mirada en el mago- con esta ya es la segunda vez que nos sorprenden, y ya conoces el dicho, “a la tercera va la vencida”.

-¿”A la tercera va la vencida”? -Whreth preguntó extrañado- ¿Qué clase de proverbio es ese?

-Es lo que se supone que dijo el gran alquimista Dinamile de Sorahm justo antes de descubrir su último invento.

-Ahmm... espera... ¿Se supone?




Sorham era una antigua villa de los desiertos de Ürn, no muy importante, sobretodo surgida alrededor de un pequeño oaisis llamado originalmente “Oasis Sorham”, creo que no es necesario que explique la acepción aquí usada de “originalmente”. Hubo gran regocijo cuando los rumores pasados de la llegada de un noble como gobernante de la villa se convirtieron en presente, según las tradiciones, el “Circulo de Sabios”, que gobernaban dedocráticamente desde hacía años, se convertirían en consejeros del noble, lo cual, además de ser un honor, repercutiría en ellos económicamente.

En el banquete que festejó la llegada de Dinamile, hijo de Itroglen, se sacrificaron nueve cabras, como nueve son los dioses mayores que gobiernan las cálidas arenas de Ürn, era de admirar que además de sabio, el nuevo regente respetase las antiguas tradiciones. Pasó media estación y el noble ya se había instalado, en ese tiempo un gran molino le había quitado el protagonismo a la “Tienda Real”, Dinamile se pasaba ahí días enteros, entre sus libros, fogones y decantadores, puesto que en tiempos de paz y abundancia gobernar una pequeña villa como Sorham no era tarea que requiriese mucho tiempo, su mente elucubraba sobre el fuego, sobre la manera de concentrarlo y poder transportarlo. Se decía que los enanos poseían dicho secreto, pero lo guardaban celosamente.

Al finalizar la temporada, la reina de Ürn envió un comité para que el nuevo regente recibiera un regalo y su gratitud. Los mensajeros volvieron con el regalo, no habían encontrado Sorham en tres días y tres noches de búsqueda, en su lugar, un cráter regado por medio oasis destacaba en medio de la monotonía.




Los tres asaltantes prosiguieron su camino en busca del campamento bandido, ahora estaban en el otro lado de las montañas, ya que no habían sido tan estúpidos como para plantar sus tiendas en el mismo lado del “Camino del hombre cojo”. Estaban preparados para enfrentarse a quienes estuvieran debajo del resplandor de aquellas antorchas que a esa distancia empezaban a iluminar... o eso creían.

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