Apresuramos el paso al deducir que una horda de furiosos bandidos podía echarse nos encima. Estaba siendo una caminata realmente vigorizante, el mago caminaba ahora junto a nosotros, llevando las riendas de su caballo con nuestra recompensa.
- Vaya Hërz, deberías mirar más el camino y menos las armas, -el vendedor de verduras que acompañaba mi izquierda me miró con cara de no haber roto nunca un plato- estando en las alforjas es difícil que te tropieces con ellas.
- Ya, bueno... digamos que aunque siento respeto por la sabiduría del arcano, nunca había pasado uno por el pueblo... ¿Seguro que es de fiar?
- Es cierto -Santiago intentaba susurrarnos para disimular la conversación ante unos oídos en concreto- aunque ha estado ayudando a bastante gente desde que vino, nunca han sido servicios gratuitos... espero que al no ser de los nuestros no le tiente la codicia.
-Por supuesto Santiago, gente como tú, -le puse la mano en el hombro, para crear cierta cercanía- honrada, es de quien nos podemos fiar, podrías haberte quedado en casa con tus hortalizas y tus frutas, pero decidiste ayudar a Böbraen y no por una recompensa... si no por que tú eres así.
Santiago levantó la cabeza orgulloso, sintiéndose la persona más honesta del mundo y se marchó a los principios de la fila de nuestra cabalgata humana... con su maza a dos manos al hombro.
Metí la mano en la mochila y saqué una antorcha. Empezaba a oscurecer, y se notaba aún más con el espesor del follaje. Por suerte para nosotros y para desgracia para la historia, no nos ocurrió nada más interesante en el trayecto, las pocas bestias salvajes que quedaban en el “Camino del hombre cojo” habían aprendido hace tiempo a no cruzarse con un grupo de humanos con armas y/o antorchas en la mano. Al llegar ante la puerta de la casa-comercio, un edificio grande y bien cuidado situado en el camino principal, Lumen volvió a levantar el telón, y acabado el intermedio, su mala función de títeres volvió a empezar.
- Caballeros, ahora debemos hablar con Böbraen, estoy seguro de que se alegrará que sus agresores hayan sido debidamente ajusticiados. Por ello, y con toda la intención de molestar lo menos posible a nuestro común benefactor, propongo encargarme personalmente de comunicarle...
El chirrido de una puerta bien engrasada cortó la interpretación del mago súbitamente. Es curioso cómo las puertas de buena calidad chirrían en ciertos momentos de tensión... sus dueños no suelen molestarse por este hecho, solo esperan de ellas que lo hagan con más clase.
- Eso no será necesario, mi padre...
- ¡Donde están sus cuerpos! -el comerciante, apoyado a hombros de su hijo y custodiado por dos guardias personales vociferaba desde el umbral- ¡Pienso escupir en ellos hasta que mi lengua envidie al desierto de Zer'n.
-Aquí están sus cabezas -el ilusionista alzó el saco que portaba- y se lo entrego como muestra de que...
- ¡Sus cabezas no! ¡Pedí sus cuerpos!... maldita panda de campesinos ¡Esta bien! Habéis logrado más de lo que me esperaba ¿Acabasteis con todos?
- No señor, tras su emboscada...
- Mañana partiré con vosotros y junto a mis guardias arrasaremos ese escondite... -mirando el saco, con una cara de asco como quien mira un saco lleno de cabezas humanas, prosiguió- ¿Estos son? Falta el jefe... bueno, ya buscaremos a ese condenado mañana ¡Ahora largo!