Todos nos quedamos mirando a aquel hombre, asombrados del nivel de vocabulario que es capaz de alcanzar el ser humano en ciertos destellos de inspiración.
- Lo que mi padre quiere decir...
- ¡Lo que quiero decir es que ahí fuera hay un montón de armas de una calidad excelente y lo único que tenéis que hacer es sesgar la vida de aquellos que las sostienen! ¡Me dan igual! ¡Me dan igual mis armas! Solo quiero... solo os pido, que me traigáis los cuerpos sin vida de aquellos que me han atracado.
Las palabras de Böbraen causaron un elevado murmullo entre la multitud, algunos empezaron a alejarse, buscando algún rastro de los ladrones, otros, menos sutiles, empezaron a apartar con el pie las armas que los asaltantes se habían dejado en su huida.
- Aunque la venganza es un objetivo tentador en la vida de un hombre, no le va a salvar de la muerte, yo me preocuparía de llevarle lo antes posible al pueblo, para que los curanderos y los sacerdotes vieran esas heridas.
La gente dejó lo que estaba haciendo. Miraban asombrados al hombre que había pronunciado aquellas frases, lo había hecho con prepotente sabiduría, de la que solo hacen gala los que están seguros de cada palabra que vocalizan sus labios o de los que quieren convencer de su saber. Aquel sonido era acompañado de una imagen, un hombre muy viejo, de unos cincuenta años, portando un decorado cayado y vestido con túnicas finas y coloridas, todo ello montado sobre un blanco corcel. Era una figura que gritaba “Mago” a voz de gigante.
Los magos, hechiceros, alquimistas, dobladores de realidad, conjuradores, ilusionistas... todo aquel capaz de realizar magia era muy difícil de ver en “el mundo exterior”. Ellos se formaban en academias en las grandes ciudades, donde se les enseñaba a leer y escribir (me estoy refiriendo al idioma propio, no a un idioma arcano transmitido por el primer maestro que, bla, bla, bla, no, sencillamente es que la gente no sabe ni leer, ni escribir, ni encontrarle una utilidad a ello) alquimia, idiomas, geografía, historia… y lo que más llama la atención, magia.
La magia... la magia es complicada de explicar, es jugar con la causalidad del universo... ¡Es un diálogo! Es decirle a la realidad “Tú y yo sabemos que entre mis manos no hay una bola de fuego pero... ¿Qué pasaría si la hubiera? Eso no puede ser imposible, por qué si la hago aparecer, y fuera imposible, significaría que he roto el tejido de la realidad y todo el universo se iría al garete. Así que vamos a hacer una cosa, tú me dejas crear una bola de fuego y yo no se lo cuento a nadie”... es difícil de explicar, de entender y de realizar, y por eso los magos tardan tanto en aprender a manipular la realidad. Por ello, la mayoría muere antes de lograr dominar su poder o han pasado tanto tiempo en la academia que deciden quedarse e impartir clases o custodiarla.
En cualquier caso, el ancianete prepotente hizo subir a Böbraen en su caballo y que un grupo de hombres lo escoltasen a Nashvil mientras el nos ayudaba a vengarlo.
Râhin, el hijo del comerciante parecía preocupado, aunque su padre volvía a estar consciente, desde su discurso no había dejado de sangrar. Aproveché para acercarme a él y le toqué el hombro.
- No te preocupes, está en buenas manos.